El año que viene se cumplirán los 50 años de aquel primer congreso en Rosario, en Mayo de 1970, bajo el auspicio del Museo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc” y organizado desde la Universidad Nacional del Litoral.
Todos sabemos que, desde ese entonces, una sucesión estratigráfica de 19 congresos, desde aquellos 78 miembros plenos del congreso de Rosario a los alrededor de 1000 en los últimos, muestra el crecimiento de la arqueología argentina. Crecimiento numérico pero también en diversidad de enfoques y temas, con nuevos debates y dilemas éticos que han configurado un campo complejo y dinámico.
Rex González, al inaugurar el 1er Congreso, planteaba de manera ambiciosa para los Congresos Nacionales, no sólo cubrir una necesidad de espacio de intercambio de conocimientos que había estado restringido hasta ese momento a eventos parciales y de periodicidad irregular (a excepción del Congreso Internacional de Americanistas de Mar del Plata de 1966), sino también la ambición de que esa meta se prolongara en el tiempo, con reuniones regulares y periódicas que sin duda en algún momento echarían sus frutos. Haber logrado llegar hoy a un vigésimo congreso, cumplió de manera acabado con esa aspiración.
Fueron 18 Congresos, luego de aquel que se llevó a cabo en Rosario 1970, presidido por Alberto Rex González, que se sucedieron de la siguiente manera:
- 1972 en Cipolletti, presidido por Rodolfo Casamiquela.
- 1974 en Salta. Presidido por Víctor Núñez Regueiro.
- 1976 en San Rafael, Mendoza. Presidido por Humberto Lagiglia.
- 1978 en San Juan. Presidido por Mariano Gambier.
- 1980 en Jujuy. Presidido por David Casas (h).
- 1983 en San Luis. Presidido por: Mario Cecil Quiroga Luco.
- 1985 en Concordia. Presidido por Amílcar Rodríguez.
- 1988 en Buenos Aires. Presidido por Ana María Lorandi.
- 1990 en Catamarca. Presidido por Norma Ratto.
- 1994 en San Rafael. Presidido por Humberto Lagiglia.
- 1997 en La Plata. Presidido por Carlota Sempé y Rodolfo Raffino.
- 1999 en Córdoba. Presidido por Eduardo Berberián.
- 2001/02 en Rosario. Presidido por Jorge Rodríguez.
- 2004 en Río Cuarto. Presidido por Antonio Austral.
- 2007 en Jujuy. Presidido por María Esther Albeck.
- 2010 en Mendoza. Presidido por Roberto Bárcena y Horacio Chiavazza.
- 2013 en La Rioja. Presidido por Roberto Bárcena y Sergio Martín.
- 2016 en Tucumán. Presidido por Carlos Aschero y Nurit Oliszewski.
- 2019 en Córdoba. XX Congreso Nacional de Arqueología Argentina.
En aquel primer Congreso, la arqueología, según Rex, se hallaba en un momento de replanteo total de su problemática, en sus fines y alcances. Era una crisis que cuestionaba su práctica cotidiana. Los cambios sociales, políticos y tecnológicos de la época, que se hacían sentir en todos los campos de las ciencias, marcarían el inicio de una nueva era.
Según sus propias palabras “podemos o no compartir, pero nunca ignorar” los cambios en la metodología y en la teoría. Se estaba produciendo un fenómeno de renovación de la arqueología, decía, dentro del campo de la Antropología Cultural, y que implicaba que la labor de investigación y enseñanza debía ser el producto de esfuerzos colectivos y no de investigadores aislados. Era necesaria la atomización de la disciplina en campos particulares de conocimiento y la conformación de equipos. De allí, una necesidad de renovación, actualización e intercambio para estar al día donde los congresos cumplirían un rol fundamental.
Pero ese quehacer científico tenía una meta. No era sólo generar conocimiento por el conocimiento mismo, hurgar en el pasado, sino –en una visión universalista– poder “enraizar los problemas de las culturas americanas a la problemática total del hombre… de unir esta tierra y sus hombres al ecúmene” reconociendo la unidad de la humanidad, situados como argentinos en Latinoamérica, “por encima de los diferentes enfoques, de las diferencias de escuelas y filosofías”, sostenía.
Ese fraccionamiento en los ’70, dado por la especialización, por el enriquecimiento de los campos del saber y tecnológicos, que ampliaron el espectro de posibilidades indagatorias, también iba acompañado una diversidad teórica, de escuelas y enfoques. Pero en ambos casos se trataba de una diversificación que no se alejaba de una única Arqueología, la del conocimiento del pasado a través de los restos materiales. Es llamativo ver hoy que, aunque no lo concibiéramos así en ese momento, quizás siempre hubo varias arqueologías, aunque creíamos que se trataba de una sola.
Es claro que esa diversificación por las especializaciones fue siendo cada vez amplia, generando metodologías específicas, con sus léxicos distintivos y formas narrativas, que hasta a veces dificultan la comunicación interespecialista en la actualidad.
Y si bien hoy nadie dudaría que nos encontramos ante una arqueología altamente variada en métodos, especializaciones, orientaciones y teorías, quizás no haya tanto acuerdo en cuanto a compartir una misma concepción acerca de lo que se trata la disciplina y su objeto u objetos de estudio o existencia. El panorama que nos brindan los simposios y ponencias de este congreso reafirman la coexistencia de una pluralidad de arqueologías: prácticas éticas, patrimonialización, arqueología digital, arqueología pública, arqueología forense, sentidos y afectos, materialidades, arqueología urbana, género, arqueometría, conflicto social, paisajes, arqueología preventiva, arqueologías en comunidad, entramados, cazadores recolectores, cerámica, entre otros temas, componen solo una lista parcial de la diversidad de temas de los simposios, mesas regionales y conversatorios a los cuales asistiremos.
Creemos que esta riqueza de temas, sustentada por 689 ponencias que escucharemos estos días y que abarcan un espectro altísimo de enfoques, contenidos y cuestiones, también pone en evidencia un proceso de reflexividad dentro del campo que, en la misma práctica, va redefiniendo sus propios alcances. Un campo enriquecido por una amplitud de perspectivas que no hacen más que reafirmar la multiplicidad de voces –profesionales y otras– que hoy se integran en la práctica arqueológica.
Una reflexividad que pone en cuestión la tradicional naturalización de un pasado lejano y perdido, objetivo y sin continuidad en el presente, junto con la existencia de un otro “extinguido”, ajeno y extemporáneo, y que ha permitido pensar que la práctica de las arqueologías se trata de algo situado y en el presente, que lo moldea y transforma. Estas arqueologías han entrado en un diálogo diferente con los otros y con las comunidades, al punto que incluso han modificado nuestras nociones sobre el patrimonio arqueológico.
En 2019, estamos ahora participando y produciendo en este congreso una expresión de ese universo de posiciones, de información, de agentes, de voces… en un fluido “intercambio”, como diría Rex.
No podemos dejar de mencionar el significado que tiene para nosotros, para el desarrollo de la arqueología en Córdoba, que estemos celebrando aquí nuestro vigésimo Congreso nacional. Córdoba tiene una historia local valiosa e importante para la arqueología argentina, con arqueólogos tan influyentes como Antonio Serrano, Rex González, Víctor Núñez Regueiro, Osvaldo Heredia y José Antonio Pérez Gollán, entre los más destacados, pero al mismo tiempo ha sido una historia fragmentada y discontinua, vulnerable a los vaivenes políticos e institucionales del país y de la Universidad.
Nuestra apuesta de los últimos 20 años ha sido trabajar institucionalmente para consolidar una arqueología cordobesa fuerte, sobre la base de la conformación de una comunidad de arqueólogas y arqueólogos de distintas generaciones. Como todos saben, fuimos los últimos en poder abrir nuestras carreras de grado y postgrado, y en recuperar y hacer avanzar la investigación y la difusión de la arqueología. La demostración de esto es que este Congreso es organizado por el Departamento de Antropología de la Facultad de Filosofía y Humanidades, el Instituto de Antropología de Córdoba dependiente del CONICET y de la Universidad Nacional de Córdoba y el Museo de Antropología de la misma Facultad, espacios donde se forman e investigan nuestros estudiantes y graduados.
Investigadores, docentes y estudiantes tendremos la excelente oportunidad de escuchar, exponer y debatir sobre los distintos temas con arqueólogos y arqueólogas de todo el país y del extranjero. De esta forma, la arqueología se fortalece en Córdoba y en nuestra Universidad en particular. Por ello agradecemos a la Comisión Permanente de los Congresos Nacionales que nos haya invitado como sede.
Creemos también que es importante decir algo sobre el contexto en el que realizamos este Congreso. La situación de la ciencia argentina es crítica, y por supuesto en esto se incluye a la arqueología. Y no se trata sólo de que los fondos otorgados para la realización de este congreso no han sido recibidos (ridículamente el CONICET emitió una resolución para decretar que no se financiaba este congreso y otros), sino también de un panorama de políticas estatales que desvalorizan la labor científica, la desfinancian, mal pagan, progresivamente achicando y destruyendo el sistema, y limitando el crecimiento de los arqueólogos y las arqueólogas jóvenes.
Esta política afecta a la Universidad, a la formación de nuevas generaciones y a la investigación que allí se desarrolla. Universidades con presupuestos reducidos, colmadas de dedicaciones simples, con poco apoyo a la investigación, con infraestructura centrada en la docencia y que no piensa a la investigación científica en todas sus dimensiones (como por ejemplo, contar con infraestructura que contemple las necesidades de equipamiento y espacios para reuniones académicas y científicas, no sólo aulas diseñadas para clases magistrales).
Pese a ello, hemos hecho todos los esfuerzos para estar hoy reunidos aquí. Será un Congreso humilde en cuanto a lo que les podremos brindar, pero sin dudas será un espacio de encuentro rico en aportes de quienes participan y siguen apostando por la ciencia nacional y las arqueologías.
Estos 50 años de congresos nacionales y de arqueologías no hace más que reafirmar la riqueza y potencial de una disciplina diversificada, plural y en permanente desenvolvimiento.
No estamos frente a una única manera de hacer arqueología, ni ante “la arqueología”.
Quizás a la frase de Clarke «la arqueología es arqueologa» de los fines de los ’60 deberíamos reformularla hoy como “la arqueología es arqueologías”.
Tal vez, hasta el mismo congreso debería llamarse Congreso Nacional de Arqueologías Argentinas, en reconocimiento a esa pluralidad.
Texto: Dr. Andrés Laguens – CONICET – UNC.
Fotos: Paloma Laguens