Programa Arqueológico binacional

Hacer arqueología en el desierto del Sahara: el mundo de los muertos que no perecen

Bernarda Marconetto comparte algunas reflexiones sobre lo que significa investigar en la zona arqueológica del Sahara. Realiza un contrapunto a la imagen idealizada de la Necrópolis de Tebas, para evidenciar que no es sólo un sitio de tumbas faraónicas del antiguo Egipto ni un lugar prístino y sin vida social, que sigue presente como rastro del imaginario colonial. La investigación forma parte de un proyecto binacional que la investigadora dirige y que recientemente obtuvo el financiamiento internacional de la Fundación Wenner-Gren.


Hacer arqueología en el desierto del Sahara:
el mundo de los muertos que no perecen

Por Bernarda Marconetto


Financiamiento de la Fundación Wenner-Gren
El programa de investigación arqueológica centrado en Egipto y dirigido por la investigadora Bernarda Marconetto, del Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR, CONICET) obtuvo el financiamiento internacional de la Fundación Wenner-Gren (2024 -2025).
Se trata del programa "El lado material de la construcción patrimonial y más allá: abordaje biográfico de una tumba egipcia a través de sus muros". El mismo forma parte de una iniciativa de cooperación binacional integrada por investigadoras e investigadores de instituciones académicas egipcias y argentinas, especializados en diversos campos del conocimiento como la arqueología, la antropología, la química, la bioantropología, la conservación del patrimonio y la egiptología.
Con respecto a la temática de la pesquisa, Marconetto comparte algunas reflexiones sobre lo que significa investigar en la zona arqueológica del Sahara. Realiza un contrapunto a la imagen idealizada de la Necrópolis de Tebas, para evidenciar que no es solo un sitio de tumbas faraónicas del antiguo Egipto ni un lugar prístino y sin vida social, que sigue presente como rastro del imaginario colonial.

Hacer arqueología en el desierto del Sahara:
el mundo de los muertos que no perecen

La zona arqueológica conocida como Necrópolis de Tebas es, paradójicamente, un cementerio lleno de vida. Allí se encuentra la tumba en la que trabajamos (TT93 Qen-Amón), ubicada en la colina de Sheikh abd-el Qurna, en la ribera occidental del Nilo,  Gobernación de Lúxor, Egipto. El Sheikh-abd-el Qurna fue un santo musulmán que se halla enterrado en el sector y da nombre a la colina. Su tumba, venerada por la población local contemporánea, es muchos siglos más joven que sus vecinas de tiempos faraónicos, veneradas por el turismo y la academia.

Este rincón particular del Sahara صحراء, o desierto, como se traduce al español, es un lugar de paradojas: el diccionario en árabe define “sahara” como una región árida donde llueve muy poco, y por tanto las condiciones climáticas en él son hostiles para la vida vegetal y animal. La falta de vegetación en el desierto expone su superficie a procesos de erosión. Sin embargo, los cuerpos de las plantas que mueren o son depositadas allí, no desaparecen nunca, al igual que ocurre con otros cuerpos humanos o animales

En el Sahara poco o nada vive, aunque al mismo tiempo poco o nada perece. Durante los meses de invierno, una escena habitual en los alrededores de Lúxor es el constante humo proveniente de la quema de los restos de la zafra de caña de azúcar, sembrada en la estrecha franja fértil junto al río Nilo. Si no se quemaran estos restos, quedarían allí por siglos o milenios, como de hecho ocurre con la infinidad de restos de vegetales que se encuentran en el lugar. 

¿Cómo es hacer arqueología en un mundo de muertos que no perecen? Al intentar comprender la estratigrafía de este sitio -la organización de las capas o estratos que componen la tierra- es posible observar trazas ligadas a procesos geológicos o resultantes de ocupaciones humanas. Existen potentes capas de abundante material vegetal -algo que no es habitual en otras regiones-, producto de la milenaria interacción entre humanos y plantas que tuvo y tiene lugar en este sitio. Entre muchas otras vegetalidades, se encuentran rastros de palmas, residuos de caña, de mijo e incluso de maíz.

El maíz es especialmente significativo en este sentido, ya que llegó a Egipto por sinuosas rutas y fue adoptado por la población local al menos desde el siglo XVIII. Recuperado como resto arqueológico inesperado en este lugar (el maíz es habitual en sitios arqueológicos americanos pero no en el viejo mundo), da cuenta de la presencia humana y de la vida social existente desde hace miles de años. Es tal vez el mejor testigo de que la Necrópolis de Tebas no es un entorno prístino en el que solo se encuentran las magníficas trazas de una antigua civilización egipcia. La necrópolis es mucho más que eso y lo ha sido a lo largo de los siglos: un espacio vivo, habitado, con relaciones múltiples entre personas, plantas y animales. Incluso en la actualidad, después de que sus últimos habitantes terminaran de ser desalojados en 2010 para convertir el lugar en un museo a cielo abierto.

Como señaló Kees van der Speck, un antropólogo australiano que realizó trabajo etnográfico con habitantes de la zona arqueológica en la década de los 90 e inicios de los 2000, los reportes de trabajos de campo arqueológicos de esos años dan la impresión de haber ocurrido en lo que el autor llama “social vacuum”, un desierto imaginario y vacío de su vida social, concepción que se asienta, al mismo tiempo, en una mirada colonial. Por eso, quien visita Egipto por primera vez, de seguro motivado por el interés en lo antiguo, no está listo para el encuentro con el Egipto contemporáneo. 

A veces, en este lugar del mundo, los muertos parecen haber opacado a los vivos. Sin embargo, este no es un desierto cualquiera. El desierto del imaginario colonial no puede, finalmente, ocultar este desierto donde todo muere pero nada perece, dando cuenta de todas las vidas que allí transcurrieron y transcurren.

Entender el mensaje que nos da este último desierto, es quizás el mayor desafío en nuestro quehacer arqueológico. Por eso, al investigar en la tierra de los muertos que no perecen, aspiramos a indagar en la extensa biografía de, al menos, una parte de esta necrópolis llena de vidas, a la que llegamos desde el sur del mundo.

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Edición y Comunicación: Belén Nocioni y Natalia Asselle.
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