Pasaron más de 15 meses desde que un partido de fútbol en la Argentina contó con hinchas en las tribunas. La llegada del COVID-19 obligó a observar encuentros sin la efervescencia en las gradas que hace tan mágico a este deporte, al mismo tiempo que abrió la puerta al debate sobre cómo será el regreso una vez que el contexto sanitario lo permita.
Entre los muchos males que tiene el fútbol nacional, hay uno que aún genera controversias: la ausencia de hinchas visitantes en las canchas. Lo sufren los clubes de ascenso desde 2007 y los de primera desde mediados de 2013, con la excepción de algunos encuentros entre 2018 y 2019 que sirvieron como pruebas piloto para ver si en la nueva normalidad futura –esa palabra tan de moda por estos días– se puede revertir aquella medida.
En esa línea, un equipo de trabajo interdisciplinario de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) hizo un estudio para identificar e intervenir sobre los factores que posibilitan las prácticas violentas en el fútbol. Entre las conclusiones, sobresalen “el fracaso de las políticas públicas implementadas”, la falta de consideración sobre “la visión que tienen los hinchas sobre esta problemática” y la “identificación de la Policía como un actor relacionado con los procesos violentos”.
En diálogo con el Suplemento Universidad, Nicolás Cabrera, investigador del Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR - UNC-CONICET), especialista en temáticas vinculadas a violencias, delitos y deporte, que participó del relevamiento realizado en particular sobre el Club Belgrano de la provincia mediterránea, analizó los factores de las fisuras en los modelos de seguridad y el regreso del público a los estadios pospandemia.
–¿Cuál considera que es el problema principal a resolver para comenzar a erradicar la violencia en el fútbol?
–Este parate podría ser una posibilidad para barajar y dar de nuevo en términos de seguridad deportiva. Hace más de un año tenemos estadio vacíos, una situación que podría aprovecharse para pensar en reformas edilicias que mejoren el ingreso y el egreso. Eso también es pensar en seguridad, porque si a uno lo maltratan cuando llega a una cancha, entra mal predispuesto. En nuestro estudio, la mayor percepción de violencia por parte de los hinchas refiere a los ingresos y egresos, lo que muestra a las claras que el accionar policial aporta mucho a esa sensación.
–¿Incluso por encima del papel desempeñado por las barras?
–Así es. Quienes investigamos este tema remarcamos que a la hora de explicar la violencia en el fútbol por parte de los medios de comunicación y la dirigencia política se hace hincapié en las barras, que sin dudas son actores que tienen su cuota de responsabilidad muy importante, pero nunca se habla de las policías. Todas las leyes, desde 1985 en adelante, sin importar el signo político, buscaron criminalizar a las barras y fracasaron, porque de hecho no se erradicaron, pero en ninguna normativa encontrás algo vinculado al accionar policial. Por ejemplo, en los partidos de la liga inglesa, entre el público y el campo de juego hay personal con chalecos amarillos que son seguridad privada de los clubes, pero no policías dentro de los estadios, porque entendieron que en la representación de los hinchas la Policía es vista como un enemigo ante quien hay que demostrar “aguante”; en cambio, si ves a un trabajador de la institución, la percepción cambia.
–¿Con qué datos se cuenta para analizar si la violencia disminuyó o no con la prohibición de que los hinchas visitantes puedan ir a los estadios?
–Al no contar con estadísticas oficiales o un ente que mida la violencia en el fútbol es una pregunta difícil de responder. Lo que se observa a partir de ciertos registros es que la prohibición del público visitante fracasó, porque a partir de esa medida aumentó la cantidad de muertos, con altibajos. Las peleas ya no se dan dentro de los estadios como sucedía en los noventa, sino en las afueras y a los tiros. Es una nueva dinámica de la violencia, más letal, pero que no se aprecia en las tribunas como antes.
"La prohibición del público visitante fracasó, porque a partir de esa medida aumentó la cantidad de muertos, con altibajos. Las peleas ya no se dan dentro de los estadios como sucedía en los noventa, sino en las afueras y a los tiros".
–¿Cómo vislumbrás el regreso del público a las canchas?
–Sin dudas será lento y progresivo. Incluso muchos países de Europa habían pedido la suspensión de la Eurocopa ante la preocupación que genera el aumento de casos de COVID-19 con la variante Delta. En Argentina, hay una “cultura del aguante” muy difícil de erradicar, por lo que no imagino un cambio muy drástico en la estética de las tribunas o con relación a la permanencia de las barras, pero sí creo que se podría hacer un trabajo con las fuerzas de seguridad, aprovechar que no habrá grandes aglomeraciones, para ir entrenando la cuestión vinculada a ingresos y egresos a las canchas.
–¿La cantidad de muertes ligadas a hechos de violencia en el fútbol influye en la presencia de las familias en los estadios?
–Precisamente uno de los datos más importantes que refleja nuestro estudio es que la mayoría de los socios y socias ven estadios más pacíficos, como consecuencia de lo explicado sobre el cambio en los ámbitos donde se producen los hechos de violencia y enfrentamientos. Eso generó el retorno de la familia a las canchas: más niños, mujeres y adultos mayores, que funcionan como un elemento “pacificador y disuasivo”. A comparación de lo que sucedía en los noventa, la presencia de las mujeres en los estadios aumentó en los últimos años, y ese es un fenómeno altamente positivo.
–¿Estamos entonces ante un cambio visible en relación al machismo ligado al fútbol?
–Si a finales de los noventa aparecía una mujer en la tribuna, en Córdoba los hinchas cantaban al unísono “culeadora, culeadora”. Eso ya no pasa más, y con esto no quiero decir de ningún modo que no haya violencia de género en los estadios, pero sí hay cuestiones vinculadas al machismo en el fútbol que hoy son mucho más discutidas. La presencia de mujeres y niños en las canchas, que aún desde una postura patriarcal se ven como más débiles y a proteger, funciona como un paliativo para un posible hecho de violencia, incluso para la Policía, pero sin dudas se ve un cambio de paradigma que incluye también la televisación de los partidos de la liga femenina, algo impensado hace un tiempo.