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Área de Documentación de la Reserva Patrimonial y Archivo del Museo de Antropología (FFyH, UNC).
Pieza del mes de octubre: Mapa Cami-chin-gon
Cada 12 de octubre se conmemora el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, promoviendo la reflexión histórica, el diálogo intercultural y el reconocimiento de la diversidad de las culturas originarias que habitan el territorio de la actual Nación Argentina. En adhesión a esta fecha, la Pieza del mes es el Mapa Cami-chin-gon que representa la amplia diversidad de pueblos indígenas de Córdoba en el siglo XVI y XVII.
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Cada 12 de octubre se conmemora el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, promoviendo la reflexión histórica, el diálogo intercultural y el reconocimiento de la diversidad de las culturas originarias que habitan el territorio de la actual Nación Argentina. Es coherente con lo que dicta nuestra Constitución Nacional, los Tratados Internacionales y las distintas declaraciones de Derechos Humanos enfocadas en las diversidades étnicas y culturales. En adhesión a esta fecha, la Pieza del mes es el Mapa Cami-chin-gon que representa la amplia diversidad de pueblos indígenas de Córdoba en el siglo XVI y XVII.
El Mapa Cami-chin-gon fue elaborado en 1951 por Aníbal Montes (1886-1959), ingeniero que desempeñó su profesión en el Ejército, pero que dedicó gran parte de su vida a los estudios arqueológicos y etnohistóricos de Córdoba.
Esta pieza muestra los pueblos que integraban el área de los Comechingones o “camiare” en el siglo XVI (Cami-chin-gon significa “serranía con numerosos pueblos”) y condensa un trabajo que Montes publicó en dos partes bajo el título “Nomenclador Cordobense de Toponimia Autóctona”, y que puede consultarse aquí y aquí.
Para confeccionar este mapa, Aníbal Montes realizó un monumental y minucioso análisis de los documentos depositados en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (AHPC) relacionados con las Encomiendas de indios del siglo XVI y los litigios originados a partir de ellas. Completó esta información con documentos referidos a la entrega de Mercedes de Tierras del siglo XVII y a las antiguas mensuras encontradas en el AHPC y en el Departamento Topográfico de la Provincia. Además, hizo sus propias investigaciones en el terreno.
En los comienzos del período colonial, y con el objetivo de recibir el otorgamiento de tierras y conseguir mano de obra indígena, los españoles recorrían y registraban minuciosamente el territorio y, según Montes: “… como había varios pretendientes para una misma comarca, cada uno de ellos trataba de investigar en el terreno el derecho más antiguo de cada pueblo y los verdaderos nombres antiguos de pueblos y cacique: pues una vez efectuada la respectiva anotación en el Registro quedaba delimitado el derecho de la Encomienda. La deficiencia de dicha anotación es la que trajo los posteriores pleitos y la excelente información que ha quedado en este Archivo histórico” (https://rdu.unc.edu.ar/handle/11086/1089)
Analizando las encomiendas, algunas previas a la fundación de Córdoba, y los pleitos vinculados, Montes registró, sistematizó y cartografió los toponímicos autóctonos, es decir, los nombres propios dados a cada lugar por los pueblos indígenas, y los patronímicos, nombres propios de los caciques de esos pueblos.
Para facilitar su estudio tuvo en cuenta la división realizada por los conquistadores españoles de acuerdo a la orografía y las vías de comunicación. Es de destacar el hecho de que en los tiempos coloniales el sistema hidrográfico era de gran importancia, pues en las encomiendas y mercedes de tierras se mencionan aguadas, vertientes, ciénagas, lagunas y corrientes de agua que para mediados de siglo XX ya no existían.
Montes organizó el área de los Comechingones en siete zonas: 1) Zona Norte, con centro en Quilino; 2) Zona Noroeste, con centro en Soto; 3) Zona Oeste, con centro en Nono; 4) Zona Suroeste, en el Valle de Conlara; 5) Zona Sur, en Calamuchita al Sur; 6) Zona Central, con centro en Córdoba; y 7) Zona Este, con la Comarca de Ansenusa. Además de este mapa general, el investigador realizó un croquis de cada una de estas regiones con los toponímicos más destacados, sobre todo los referidos a las “provincias indígenas”.
Además, el autor planteó que en el área de los Comechingones no existió una verdadera división etnográfica en lo que se refiere a Comechingones y Sanabirones. Afirma que los Sanabirones, originarios de las costas de los ríos Salado y Dulce, eran intrusos que se habían mezclado con la población serrana autóctona.
Montes confeccionó tablas (que pueden verse en las dos publicaciones del “Nomenclador…” antes citado), que contienen: el número de Registro, los pueblos y caciques, comarcas y ríos, el año del documento, quién era el encomendero y la ubicación geográfica. En los casos en que pudo, relacionó la toponimia con las características del lugar, por ejemplo, si era una aguada, una represa (jagüey), algarrobales, canal de regadío, arroyo, río, ciénaga, cañada, laguna, cerro, loma, potrero, monte. También si eran asientos, pueblos, comarcas de varios pueblos. Registró la cantidad y los nombres de los caciques, en sus distintas lenguas, ya que era frecuente que, tanto los pueblos como los caciques, fueran llamados en lengua camiari, en la lengua de los sanavirones y en la lengua cacana. En lengua camiari, pueblo se decía henin o henen, en lengua de los Sanabirones, sacat o sacate, mientras que cacique se decía naguan y charaba, respectivamente. La influencia cacana o diaguita, se manifestaba en los sufijos gasta, mampa, huasi, entre otros. Algunas otras maneras de denominar:
Pueblo o aldea: hen, hin, chi, halo, sacate, gasta, aha, tuspi, pitin, mina, naure, navira, auleta (lauleta, guleta, lauta).
Cacique: naguan, nahan, charaba, acan, hoyopan, mulan, (toc toc), chuctani, custin, nono, naure, navira.
Arroyo: tilala, paca, ampa, mampa, talalo.
Río: chi, san, henen.
Aguada a vertiente: pro, han o ham, hal, aba, puri.
Laguna: cocha, quilo.
Ciénaga: coro, cora, cara, lach.
Cerro: orco, saquen o chaquen, canchira, cotich.
Sierra: cami, cala, camchi.
Valle: camin.
Vallecito: caminta, canta.
Según Montes, los indígenas tenían sus tierras divididas y amojonadas desde antes de la llegada de los españoles. Citando la Relación de 1573, adjudicada a Gerónimo Luis de Cabrera, el fundador de Córdoba, los pueblos indígenas estaban cercados por plantas espinosas, talas y pencas: “… cada pueblo de esto no es más que una parcialidad o parentela y así está cada uno por sí, tienen los pueblos puestos en redondo y cercados con cardones y otras arboledas espinosas que sirven de fuerza y esto por las guerras que entre ellos tienen”
La reducción en pueblos, los cambios de dueños, los desmembramientos de las encomiendas, la apropiación de tierras con el pretexto de que estaban despobladas, no respetaron la pertenencia de los individuos a sus grupos étnicos, y mucho menos su antigua inscripción territorial. Por ello, este mapa tiene un valor inconmensurable. En el contexto de lucha de los pueblos indígenas por el derecho a sus territorios ancestrales, el trabajo de Aníbal Montes adquiere hoy una relevancia central como referencia seria e indudable de la historia profunda y diversa de los pueblos originarios.
El archivo personal de Montes, conformado por 16.200 documentos, fue donado en 2010 por la familia González-Montes al Museo de Antropologías. Hoy es el Fondo Documental Aníbal Montes (FDAM), que puede consultarse en el Archivo del Museo o, en su versión digital aquí.
Conceptos citados en el texto:
La merced de tierras era la herramienta legal para otorgar territorios a los conquistadores y colonizadores, ya que, según la legislación colonial “… las tierras, las aguas, los montes y los pastos eran regalías de la Corona que los particulares podían usufructuar a través de mercedes” (Para las instituciones coloniales, ver el trabajo de Josefina Piana: https://ravignanidigital.com.ar/_bol_ravig/n05/n05a01.pdf)
La encomienda también era una merced real entregada en recompensa a conquistadores y pobladores. En Córdoba, la encomienda fue la institución que reguló la distribución de la mano de obra indígena. Debido a la condición de “marginalidad” de la región, sin oro ni plata y sin población indígena que produjera excedente, fue mínima la fiscalización de la Corona, y hubo incumplimientos de la norma vigente. Los encomenderos abusaron de su poder y establecieron, en los hechos, el servicio personal de los indígenas, que consistía en un tipo de trabajo compulsivo sin retribución y de acuerdo a las necesidades del encomendero.
Con el avance de la Colonia, los encomenderos adujeron que la dispersión espacial y el descenso poblacional indígena, complicaban la producción y el adoctrinamiento por lo que se implementó el sistema de reducción, es decir, la concentración compulsiva de varios poblados indígenas en un solo asentamiento.
En el texto algunas palabras están escritas respetando la toponimia del “Nomenclador…”, aunque hoy pueden encontrarse escritas de otras formas, por ejemplo “Ansenuza» y «Sanavirón».
Texto: Mirta Bonnin – Antropóloga – Ex directora del Museo de Antropologías
Producción general: Equipo de trabajo – Museo de Antropologías.