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Zoológico de Córdoba
S.O.S. al Zoo
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El Zoológico de Córdoba vive un terremoto institucional. Agudizado por los tiempos de pandemia, tanto animales no humanos como animales humanos padecen irregularidades de todo tipo, desde precarizaciones e incumplimiento de pagos de salarios, hasta la falta de presupuesto para el mantenimiento del predio, el cuidado y la alimentación de los más de 1200 animales que allí residen. Este informe – elaborado por la comunicadora y estudiante de Antropología en la FFyH de la UNC, Tatiana Balbontín Beltrán– da cuenta de una situación muy delicada que despierta opiniones y cuestionamientos desde distintas perspectivas y actores sociales.
Hoy, la mayoría de los zoológicos del mundo se encuentran bajo la lupa, cuestionados principalmente por ambientalistas y expertos en animales que han nacido y/o viven en cautiverio. El Zoo de Córdoba no es la excepción. Agrupaciones anti-zoológicas protestan por la reconversión del Zoo y generan disputas entre ellas: mientras que algunas abogan por el cierre progresivo y el traslado de los animales a sus correspondientes “hábitats naturales”, otras apuestan por una mayor inversión en el mismo recinto e infraestructura donde ya viven los animales. En el interín la comida para los animales, que debería ser gestionada por la concesionaria del Zoo, está siendo recaudada en la actual situación sanitaria por particulares.
En los últimos días comentarios y videos se difundieron velozmente por las redes sociales y, en algunos casos, comunicaban información infundada en relación al conocimiento etológico y científico respecto al estado de los animales. Esto fue lo que provocó que algunas agrupaciones de jóvenes biólogxs propusieran una mirada que objetiva el estado de salud de los animales a través de los recursos científicos que tienen a mano desde su campo de estudio sobre esta situación extremadamente compleja. Por último, tanto la concesionaria privada que gestiona el establecimiento como el municipio de la ciudad no han podido aún –después de por lo menos diez años de altercados– entablar un acuerdo responsable sobre la mantención de este lugar que da residencia a distintos “animales seres vivientes”.
Actualmente el Zoológico de Córdoba está en crisis y, probablemente, estas palabras van a adquirir resonancia, principalmente en lxs actores involucrados. Sí está claro que es necesaria una presentación de qué han significado los zoológicos para nuestras sociedades y aportar una perspectiva antropológica que permita una comprensión –de manera más situada y encarnada– de la crisis por la que atraviesa actualmente la institución zoológica. Es importante mirar desde una “panorámica zoológica”, es decir destejer una malgla de sentidos y prácticas que se han ido anudando con el correr del tiempo hasta conformar un fenómeno de gran complejidad social y que, actualmente, con la cuarentena pandémica, se agudizó al punto de estallar en una crisis institucional atravesada por aspectos socio-históricos, económicos, políticos, ecológicos y científicos. Estos aspectos se concentran ante los “protagonistas de esta historia”, como supo nombrarlos un cuidador: los animales del Zoo.
¿De qué hablamos cuando hablamos de zoológicos?
Según una de las acepciones de la Real Academia Española, los zoológicos son lugares “en que se conservan, cuidan y a veces se crían diversas especies animales para que sean contempladas por el público y para su estudio”. Refiriéndonos en esta acepción a animales no humanos exclusivamente, ya que como sabemos han existido también zoológicos con exhibición de “animales humanos”. Estas prácticas, según algunos datos históricos, se remontan a las primeras colecciones de animales “salvajes” y “silvestres” vivos que tenían faraones en Mesopotamia y Egipto, y cumplían principalmente la función de detentar poder y riqueza: sólo podían asistir a verlas invitadxs distinguidxs. Otras prácticas incluían intercambios de animales “exóticos” y regalos entre lxs distintxs gobernantes y faraones. En China, fueron llamados “Jardines de la Inteligencia” por el conocimiento que podían brindar y, en Grecia, con el liderazgo de Alejandro Magno, se edificó un gran zoológico con el fin de proveer animales a los espectáculos circenses. Hacia el siglo XVI, el Vaticano tenía una importante colección de animales.
Los primeros zoológicos que en Europa se abrieron al público general despertaron un gran interés por la presencia de múltiples especies desconocidas. Como señaló el escritor y pintor John Berger en su obra Modos de Ver, los zoológicos aparecieron para que las personas fueran al encuentro y observación de los animales, ya que estos habían desaparecido de la vida cotidiana. Esto tenía una directa relación con la distinción entre lo urbano y lo rural: la sistematización de esta particular interpretación de “la naturaleza” era (también) un discurso urbano sobre mundos no urbanos. Desde esta cosmovisión se representaba a esa idea de naturaleza en las ciudades. De esta manera, aún para el siglo XIX, los zoológicos públicos eran una representación simbólica de la conquista y el poder colonial moderno, estaban asociados al concepto de progreso y aportaban prestigio a las ciudades donde se fundaban. Ejemplos de ello son el Jardin de Plantes de París, fundado en 1793; el zoológico de Londres, inaugurado en 1828; y el de Berlín, en 1844.
Desde su origen hasta la actualidad
En Argentina, el Jardín Zoológico de Córdoba fue inaugurado el 25 de diciembre del año 1915 en la llamada “Barranca de los Loros”, un lugar de 20 hectáreas en el Parque Sarmiento, cuyo nombre aludía a la gran cantidad de nidos de loros que hasta entonces había en la barranca. Durante unos setenta años desde la inauguración, el Zoo estuvo bajo la jurisdicción del Gobierno de la Provincia de Córdoba. Hasta 1984, las jaulas respondieron exclusivamente a criterios exhibicionistas, y en ningún caso respondían a la especie animal que las habitaría. Por esta razón, hacia 1985, se comenzó el proyecto denominado P.RE.JA.ZOO.C. o “Pautas de Remodelación del Jardín Zoológico de Córdoba”: en él, se contemplaba la división del Zoo en dos grandes áreas, “Animales Autóctonos” y “Animales Exóticos”, para así dar prioridad al “patrimonio faunístico nacional” y al “conocimiento de la fauna exótica”. Se puso énfasis en nuevas construcciones para el sector técnico-profesional, en la misión de educar a la gente y en la intervención en el “acto reproductivo” para dar perpetuación y protección a las especies. Así fue que, durante 75 años aproximadamente (desde la inauguración hasta el P.RE.JA.ZOO.C)estas prácticas fueron tomando forma y centrando esfuerzos bajo tres lineamientos: el conocimiento científico de animales autóctonos y exóticos, donde se comenzaba a puntualizar en las nociones de patrimonio, conservación y bienestar animal; la educación y entretenimiento que se debía impartir al público; y el intento de remodelación de los habitáculos con fines menos exhibicionistas.
Luego de que por 75 años la institución estuviese bajo la jurisdicción del Gobierno provincial, en 1990 su gestión pasó a manos privadas durante 4 años, al ser concesionado a la empresa Aero Ruta. En 1994, la Provincia le concedió la licencia del parque, con el Zoo incluido, a la Municipalidad de Córdoba. En 2003, se cedieron los derechos y obligaciones de la concesión del Zoo a la empresa “Consultora e Insumos Agropecuarios”, que sigue administrándolo hasta la actualidad. Indagando en algunos medios de comunicación, podemos observar los altercados entre la empresa concesionaria y la Municipalidad de Córdoba desde aquellos tiempos hasta hoy: la concesionaria ha protagonizado distintos acápites –prórroga tras prórroga del contrato–, continuando en la administración del Zoo, a pesar de ciertas irregularidades. La Municipalidad de Córdoba, en otra de sus prórrogas al contrato de la actual concesión, articuló, no hace mucho tiempo atrás, un llamado “Plan Master”, que hacía hincapié en una reconversión: juegos inclusivos, proyectos de conservación e investigación de especies, revalorización de sectores históricos, centro de rehabilitación de animales y un nuevo “laboratorio de CONICET”. A todo lo anterior se le suma el pronunciamiento del Estado Nacional en el año 2017 (Resolución 311-E/2017, expedida por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable), al cual la provincia de Córdoba adhirió, despertando el debate en torno a sus lineamientos centrales sobre la “conservación de las especies” para las prácticas de investigación de los animales, bienestar animal, educación y sensibilización del público.
Por último, como un corolario socio-histórico de lxs stakeholders que rondan los zoos, existen las demandas de los movimientos medio ambientalistas, animalistas y ecologistas evocados con la crisis ambiental. En Argentina, las asociaciones proteccionistas –datadas desde 1940– han tenido conflictos con la presencia de los zoológicos, mostrando nuevas formas de sensibilización hacia los animales no humanos. Actualmente, el lema de “cambio de paradigma de los zoológicos” es unánime dentro de estas agrupaciones. Grupos anti-zoológicos con presencia constante en distintos ámbitos –medios de comunicación, redes sociales y manifestaciones en la vía pública y dentro del Zoo–, cuestionan la funcionalidad de esta institución zoológica y de la administración que se encuentra a su cargo. La “esclavitud de los animales”, como señalan algunos actores sociales de las distintas agrupaciones anti-zoológicas, conformaría el carácter central en estas “cárceles de animales inocentes”. Su lineamiento principal se encuentra determinado por la reconversión progresiva hasta su desaparición como institución zoológica y el traslado de los animales a sus respectivos “hábitats naturales”. Hay también agrupaciones animalistas que proponen una posición moderada: se exige la reconversión del zoológico, pero sin el traslado de los animales, haciendo énfasis en la refacción de los ambientes específicos de cada uno de ellos. Como una línea alternativa, se encuentran un grupo de biólogxs –muchxs de ellxs motivadxs por combatir el tráfico de fauna– que han tomado cartas en el asunto, intentando aportar científicamente, sobre todo en cuestiones morfológicas, fisiológicas y de comportamiento, que refieren a los animales y sus requerimientos sanitarios, nutricionales y ambientales.
Hasta aquí, hemos indagado a partir de una arista socio-histórica en un entramado de actores humanos que involucran cuestiones nodales científicas, políticas, económicas y ecológicas. Sin embargo, los recientes estudios sociales como las miradas multi e inter-especies nos invitan a dar un vuelco a esta perspectiva antropocéntrica para, como propone la zoóloga Donna Haraway, devolver la mirada… se trata de atrevernos, en este caso, a hacernos una pregunta incómoda: y ¿qué sentido/significante les darán a sus propias vidas los animales del Zoo? En otras palabras, es reconocer que en esos ambientes específicos habitan “animales seres vivientes”.
Animales y cuidadorxs
Desde 2017 desarrollo una investigación de tipo etnográfica que aborda fundamentalmente este universo de relaciones entre animales no humanos y animales humanos. El primer acercamiento profundo a la pregunta sobre cómo se establecen estas relaciones y fundamentalmente qué sentidos se construyen en los vínculos entre animales y cuidadorxs me llevaron a “estar ahí”, tras una serie de trámites burocráticos para “ser” y “hacer” de cuidadora. Realizaba estas tareas de 8:00 a 16:00 hs. o de 12:00 a 20:00 hs. según el turno correspondiente.
Al comienzo estaba atravesada por mis propias apreciaciones sobre este tipo de establecimientos, que se reducían a un conjunto de prejuicios anti-zoológicos. Sin embargo, en lxs cuidadorxs aparecían narrativas y prácticas donde era recurrente la idea de “respeto, cuidado y responsabilidad mutua entre especies”, reconociendo los ambientes específicos que entrañan las relaciones entre animales y humanos, donde cada animal tiene su historia de vida, su proceso experiencial y sobre todo su propia forma de habitar.
La experiencia vivida con lxs cuidadorxs fue central para poder comprender que cada uno de los animales del Zoo tiene su historia de vida –ontogenia, en términos biológicos–, su personalidad, sus aprendizajes, sus comportamientos, sus afectos y sus significantes. El padre de la biosemiótica, el biólogo Jakob von Uexküll, señalaba que a un ambiente [Umwelt] se le brinda significado en términos del proyecto particular de un animal. Todo significado nace del organismo: es el organismo el que le da sentido al ambiente. Lxs cuidadorxs –creo que sin saberlo en sentido teórico–, desde su conocimiento práctico, vivido y experiencial, me estaban compartiendo algo similar: cómo se hace la vida en esos ambientes específicos. No obstante, había algo más allá de los individuos: la relación. Las múltiples relaciones que se establecían en las prácticas entre los animales, lxs cuidadorxs y los ambientes, involucraban –entre tantas cuestiones– lo que podemos interpretar como “afectos inter-especies”.
Seguramente tanto biólogxs y veterinarixs compartirían conmigo la importancia de lxs cuidadores en la vida de los animales del Zoo. En diferentes momentos tanto la narrativa de lo que se dice como lo que se documenta acuerdan en la importancia de las implicancias de las relaciones y vínculos que se generan entre los animales y sus cuidadorxs; las “familias” de una misma especie o inter-especies que se encuentran en el mismo ambiente específico; entre los animales no humanos y las personas del público; entre los mismos animales “vecinos” de una jaula a otra, y las relaciones que se van generando y constituyendo entre los propios animales en sus ambientes con cada práctica diaria e interacción humano-animal.
Es por ello que algo que se repite en los registros de la investigación es la fatalidad a la que están expuestos los animales cuando esas relaciones inter-especies son modificadas. Por ejemplo, cuando un animal es separado de su ambiente o es alejado de algunos de los seres humanos o animales que están implicados en su rutina. Lxs cuidadorxs despliegan un habitus moldeado por un interjuego de su temporalidad, es decir el tiempo del trabajo, con la temporalidad animal de sus rutinas de cuidado, limpieza y alimentación. ¿Qué sucede con animales como el camello –llamado Felipe por lxs cuidadores– que hace treinta años se encuentra en ese mismo ambiente, a las afueras del sector de camélidos en el Zoo donde entabla relaciones continuamente con distintos humanos? ¿Cómo les afecta a los animales los cambios de sus cuidadorxs cuando estos hacen sus rutinas durante años? ¿Cómo le afectaría a una familia de tigres de Zoo –como el caso de Diego, Brisa, Pupi y Tiziana– si fueran expuestos a una separación para ser llevados a su “hábitat natural”, si consideramos además que Diego y Brisa, los padres, fueron traídos de un circo?; ¿O cómo se producen hábitos, comportamientos y aprendizajes inter-especies en animales que son segunda o tercera generación nacida en cautiverio? ¿Es posible elaborar diferencias tajantes entre animales no humanos y animales humanos en relaciones permeadas por emociones y afectos a través de prácticas cotidianas? ¿Qué sentidos tienen clasificaciones como “exótico”, “salvaje” o “domesticado” en estos ambientes que al decir de Donna Haraway son “naturoculturales”?
Hoy la situación pandémica advierte sobre la subsistencia y bienestar de los animales y las lecturas quedan circunscriptas a su condición orgánica desprovisto de un análisis fundamental que es el vincular/relacional entre las diferentes especies y “animales seres vivientes”. Muchos de estxs cuidadorxs no son hoy empleadxs de planta, y algunxs ni siquiera han podido en este tiempo de cuarentena viajar ya que viven a las afueras de la ciudad de Córdoba. Para recomponer “la salud” de los animales e institucional, lxs cuidadorxs juegan un papel clave. Y más aún para pensar una efectiva y sustentable “reconversión del Zoo”.
Es naturaleza y es cultura
El antropólogo Gregory Bateson fue visionario en esto: la relación viene primero, es precedente, decía. Desde mi experiencia, tras haber recorrido el Zoo un sinfín de veces, revisado múltiple literatura especializada, hablado con algunos actores de agrupaciones anti-zoológicas, compartido con diferentes biólogxs, etólogxs y veterinarixs; tras haberme involucrado en charlas con trabajadorxs de áreas verdes, guías educativxs, personal de mantención, de limpieza y directivxs del Zoo, y –lo que sopeso más importante– sobre todo tras haber experimentado el “trabajo” con los animales y lxs cuidadorxs en su rutina diaria, considero pertinente examinar las relaciones entre los animales humanos y no humanos, los ambientes específicos y las prácticas que se realizan en la rutina diaria. Estas relaciones constituyen un factor central para pensar en aquella reconversión del Zoo que, por supuesto también debe contemplar la nutrición, la sanidad y lo ambiental. Hoy más que nunca se vuelve urgente: como fundamento principal una eco-ética con foco en la responsabilidad, cuidado y respeto mutuo entre especies, e involucrar un esfuerzo inter-disciplinar que diluya las (falsas) fronteras entre las ciencias naturales y ciencias sociales/humanas y, así mismo, las del conocimiento práctico y el conocimiento teórico. Estamos en frente de relaciones naturoculturales y, como dice el antropólogo Tim Ingold, es naturaleza y cultura o no es ninguna de las dos.
Hoy la situación del Zoológico es una situación es compleja. Terminando estas líneas, el intendente acaba de anunciar que el Municipio de Córdoba vuelve a hacerse cargo del Zoo. Se movieron en esta crisis las piezas del ajedrez y, así, este texto. Los significantes vuelven a cambiar. Mientras pienso en cuántas veces las circunstancias han sido similares, me llega un mensaje de un funcionario por WhatsApp que dice: “Por ahora es todo política, ellos toman café y el zoo sigue igual”. El discurso político soporta, muchas veces, insoportablemente demasiado. Las discusiones sobre el cambio de nombre de la institución o las distintas conceptualizaciones pueden esperar. La vida de los animales del Zoo es aquí y ahora. El verbo es hacer. Hagamos hoy por la vida.
Texto y fotografías: Tatiana Balbontín Beltrán, Lic. en Comunicación Social.
Estudiante de Licenciatura y Maestría en Antropología.
Integrante del Colectivo Agarrate Catalina