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Prácticas culturales relativas a las interacciones entre humanos y guanacos
Proponen declarar patrimonio de la provincia a los guanacos de Córdoba
La propuesta surge de una investigación del Instituto de Antropología de Córdoba, CONICET – Museo de Antropologías, UNC que indagó sobre las interacciones históricas entre humanos y esos camélidos. El estudio integró los relatos y percepciones de quienes habitan en zonas rurales con el análisis de los restos óseos de estos animales, producidos por actividades de caza.
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En el pasado reciente, los guanacos tuvieron una amplia distribución por la geografía cordobesa. En la actualidad, sin embargo, se encuentran en peligro crítico de extinción a nivel regional y su población está reducida al noroeste provincial.
Un trabajo del Instituto de Antropología de Córdoba, CONICET – Museo de Antropologías, UNC profundizó sobre las prácticas culturales relativas a las interacciones entre humanos y guanacos, su aspecto económico y las percepciones de habitantes autóctonos sobre este animal. El área de estudio abarcó la zona del Chaco Árido, en Córdoba.
La investigación analizó una colección de huesos de 23 guanacos. Esas piezas son resultado de las actividades de caza, procesamiento y descarte que tuvieron lugar en un campo emplazado entre las localidades de Piedrita Blanca y El Chacho, al noroeste de Córdoba.
Para incorporar la perspectiva de quienes allí residen, se realizaron entrevistas e instancias de observación participante. El propósito, en este caso, fue remitir al conocimiento autóctono sobre la cacería y el aprovechamiento de los guanacos, tanto en el pasado reciente como en la actualidad.
En las conclusiones de la investigación, el equipo científico recomienda declarar a los guanacos patrimonio histórico, natural y cultural de la provincia de Córdoba, ya que se encuentran en riesgo de extinción en la región y necesitan una legislación específica que vele por su conservación.
En la misma línea, el grupo también considera necesario que la caza de subsistencia practicada por quienes allí habitan sea contemplada como parte del patrimonio inmaterial local.
“Dadas las posibilidades que se habilitan al poner en práctica una arqueología del mundo contemporáneo, en este trabajo buscamos combinar dos vías analíticas complementarias que permitieron abordar la problemática desde distintos frentes”, explica Thiago Costa, integrante del equipo de investigación junto a María Paula Weihmüller y Jessica Manzano-García.
El cementerio Ferrarini
El sitio donde fue recolectada la mayor parte de la muestra ósea estudiada se encuentra en un campo privado ubicado entre Piedrita Blanca y El Chacho, dos pequeñas localidades rurales del noroeste cordobés.
Se trata de un terreno de 18 mil hectáreas, actualmente dedicado a la ganadería bovina, que colinda al este con la Reserva Arqueológica de Guasapampa, y hacia el sur y suroeste con el recientemente creado Parque Nacional Traslasierra, dos grandes áreas protegidas por la legislación nacional.
El grupo de investigación denominó el lugar como “Cementerio Ferrarini”, en virtud de la enorme acumulación de huesos –de especies nativas e introducidas–, hallados con distintos grados de preservación. En todos los casos, restos de la cacería ilegal practicada entre mediados de los años 1990 y 2013.
Sobre las entrevistas a habitantes locales, Manzano-García recupera dos frases: «Los patrones del campo querían deshacerse de todo lo que era el burro y el guanaco, porque le comían el pasto” y “Les había cazado mucho, pero eran muchos en aquel entonces”.
Para la investigadora, esos testimonios dan cuenta de las razones por las cuales la población de estos animales ha disminuido considerablemente en los últimos años en el área. “Es un dato que se repite en todas nuestras entrevistas y sugiere, además, que la actividad cinegética desarrollada durante aquellos años no estaba exclusivamente ligada a la subsistencia, sino que tenía otros fines, como ‘extinción’ de los guanacos en el campo”.
De todos modos, las personas consultadas diferenciaron entre dos tipos de cazadores. Por un lado, la “gente de afuera”, a quienes caracterizaban como “cazadores dañinos” o “sin consciencia”. Y por el otro, los “cazadores cazadores”, expresión utilizada para denominar a habitantes locales, hábiles en el arte de la caza, que la practican como una estrategia para complementar su alimentación y el ingreso familiar, además de comprender cuestiones culturales y tradicionales propias del lugar.
Diversos testimonios recogidos en el marco de la investigación mencionan la presencia de tropillas de 15 a 40 guanacos en los años ochenta y noventa, mientras que en la actualidad no se han observado tropillas de más de 10 individuos.
“La caza desarraigada ya se estaba afianzando más de cien años atrás, asociada a un largo proceso histórico cuyas raíces pueden rastrearse hasta la llegada de los europeos a la región, en el siglo XVI. Ellos excluyeron la fauna nativa, sustituyéndola por la europea y transformándola en una plaga a ser combatida. Los ‘patrones’ foráneos, incentivando la aniquilación de los guanacos en sus campos, representan un ejemplo actual de esta visión acerca de la fauna autóctona”, cuenta Costa.
“Nuestros colaboradores señalan que los cazadores salían con dos o más personas movilizados en vehículo, desde donde disparaban a los animales sin muchos reparos en términos de la elección de la presa. Era ‘por deporte, por diversión, por depredar, porque no tienen consciencia de lo que es el guanaco’, en palabras de uno de nuestros interlocutores. A partir de nuestro estudio sobre la composición etaria-sexual de la colección de huesos estudiada, pudimos constatar también estas prácticas de cacería ‘sin consciencia’ o ‘dañinas’”, señalan desde el equipo de investigación.
Otros usos: la medicina regional
Además de la caza de subsistencia realizada por habitantes locales, el estudio rescata otros usos y valoraciones ligados al guanaco en la región: el uso medicinal de la fibra y las patas de guanaco.
“El pelaje suele ser utilizado para el dolor de oído, especialmente infantil y la forma de uso puede variar. En algunos casos, mencionan la disposición de la fibra sin tratamiento previo. En otros, calentando una porción de la fibra en aceite y posteriormente introduciéndola en el oído afectado”, cuenta Manzano-García.
Respecto al uso de la pata del animal, el trabajo refiere una práctica que consiste en la cura de la parálisis facial mediante rezos y friccionando las almohadillas de la pata en sentido contrario al de la parálisis. “La pata es buena para cuando se ladea la boca, se roza por la cara”, explicó una de las personas entrevistadas.
Las patas de guanacos que fueron cazados en el área de estudio circulan entre habitantes en forma de préstamo. En ocasiones, viajan por varios años, de casa en casa, e incluso por distintos poblados de la región.
Esta circulación de patas de guanaco a través de contextos domésticos pone de manifiesto un entramado social que se extiende por al menos dos mil kilómetros cuadrados, y conecta las localidades de Villa de Soto, La Batea, Serrezuela, Piedrita Blanca y El Milagro, esta última en la Provincia de La Rioja.
Esta práctica es, además, un ejemplo del amplio conocimiento de quienes allí viven acerca de los beneficios terapéuticos de diferentes especies autóctonas, tanto animales como vegetales.
“Dadas las diferentes evidencias, hemos planteado que las valoraciones y usos de los guanacos son amplios y multitemporales, se manifiestan tanto en el registro arqueológico prehispánico, como en el pasado contemporáneo de la región”, señala Weihmüller.
Zooarqueología políticamente orientada
Para el grupo científico es importante que se incluya a las comunidades y su conocimiento vivencial en los esfuerzos de conservación.
En relación a lo anterior, sus integrantes recuperan la ley de creación de la Reserva Arqueológica Provincial de Guasapampa (Ley N°10308, B.O. 28.10.2015). Esa legislación entiende como bien arqueológico “toda la información medioambiental relacionada con la actividad humana (…) susceptibles de ser investigados con la aplicación de las técnicas propias de la arqueología”, incluyendo los “aspectos intangibles que hacen a formaciones humanas prehispánicas hasta épocas recientes”.
“Por esto, reconociendo el carácter multitemporal de las interacciones entre humanos y guanacos, consideramos que los guanacos de Córdoba deberían ser considerados patrimonio histórico, natural y cultural de la provincia de Córdoba: se encuentran en peligro crítico de extinción a nivel regional y necesitan una legislación específica que vele por su conservación”, explican.
“En nuestro trabajo concluimos que la cacería practicada por la gente local supone un conocimiento profundo de las especies animales con las que se relacionan, y una preocupación por sus respectivos ciclos de vida y reproducción. Por esto juzgamos pertinente y necesario que la caza de subsistencia practicada por los pobladores locales también sea considerada parte del patrimonio inmaterial local”, sostiene Costa.
La ley que regula la cacería comercial y de control de plagas desconoce y prohíbe aspectos de la caza local como el uso de perros, palos y cuchillos. En paralelo, avala la caza con armas de fuego –que demanda mayores recursos económicos– de ciertas especies introducidas en distintos sectores de la provincia mediterránea.
En lo que respecta al guanaco, ni siquiera reconoce su existencia, al prohibir “en toda época la caza y comercio de animales pelíferos silvestres y de sus pieles y despojos, como nutria, llama”. El enunciado desconoce las diferencias del guanaco con su contraparte doméstica, la llama, hecho que pone en riesgo la conservación de la especie.
“Como suele suceder, las leyes muchas veces desconocen las realidades locales, las prácticas culturales o el impacto que generan en la vida de las personas que no habitan los grandes centros urbanos, desde donde son escritas”, subraya Weihmüller.
Según la investigación, a pesar de la legislación, la caza en esta región del Chaco árido se mantiene aún como un aspecto importante en la vida de sus habitantes, e incluso en muchos casos asegura el abastecimiento de carne para familias enteras.
“Por estas razones, creemos esencial seguir profundizando en esta problemática, para proponer formas en que estas actividades puedan mantenerse en equilibrio con la conservación de la fauna endémica. Una alternativa podría ser la caza de especies introducidas, como el jabalí, medida acompañada por instancias de intercambio de saberes en escuelas y municipios, que permitan a las personas involucrarse en estas decisiones”, explica Costa.
El trabajo señala, además, la importancia de pensar las diversas prácticas culturales retratadas –sean estas de cacería, consumo o medicinales– como una vía para entender mejor el impacto que ha tenido la era antropocénica en las relaciones entre humanos y guanacos.
En este sentido, considera que los cambios negativos, asociados a la cacería deportiva, la captura y venta de crías y demás negociados con los distintos productos del guanaco (como la carne o la piel), combinados con la creciente deforestación del Chaco y el avance de la frontera agropecuaria, entre otras transformaciones de gran escala, han tenido un efecto devastador sobre la población de guanacos estudiada.
Finalmente, el estudio busca poner en evidencia que una (zoo)arqueología del pasado contemporáneo puede ser útil para abordar problemas del Antropoceno. “Aunque tratemos sobre el pasado, lo hacemos en el presente y esto demanda posicionarse y comprometerse políticamente en contra de los efectos devastadores de la gran aceleración”, concluyen.
Publicación
Cacería de guanacos en el Chaco Árido (Córdoba, Argentina): Una Mirada desde la Zooarqueología. Chungara, Revista de Antropología Chilena. Universidad de Tarapacá (volumen 54, número 1), 2022.
Autoría | Thiago Costa (IDACOR – Museo de Antropologías, Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC), María Paula Weihmüller (IDACOR, CONICET – Museo de Antropologías, UNC) y Jessica Manzano-García (IDACOR, CONICET – Museo de Antropologías, UNC).
También colaboraron en la investigación: Julián Mignino (IDACOR, CONICET – Museo de Antropologías, UNC), Fernando Barri (Investigador del Instituto de Diversidad y Ecología Animal – IDEA CONICET – UNC).
Texto: Eliana Piemonte – Área de Comunicación – Museo de Antropologías
Fotos: Jessica Manzano García
Nota publicada de manera conjunta entre el Área de Comunicación – Museo de Antropologías, UNCiencia y Revista Alfilo