- Noticias / Trabajo de campo: Mundo andino y plantas psicoactivas
Trabajo de campo
Trabajo de campo: Mundo andino y plantas psicoactivas
En esta primera entrega de "Trabajo de campo" Verónica Lema nos comparte la labor que realiza desde hace 20 años en el mundo andino, en territorios indígenas de la provincia de Jujuy, y sobre la relación y el conocimiento que las comunidades tienen con y sobre las denominadas plantas psicoactivas.
Compartir en
redes sociales
Nueva sección | Trabajo de campo #1
Mundo andino y plantas psicoactivas
Entrevista a Verónica Lema
Verónica Lema es antropóloga, arqueóloga y Dra. en Ciencias Naturales. Desarrolla tareas de investigación en el Instituto de Antropología de Córdoba (CONICET - UNC) y es docente del Departamento de Antropología (UNC). En sus trabajos de investigación aborda las relaciones entre las personas y las plantas a lo largo del tiempo. Realiza su trabajo de campo en el Noroeste argentino, desde hace 20 años. Recientemente creó, junto a colegas y estudiantes , el Grupo de investigaciones en plantas psicoactivas y enteógenos sudamericanos (GIPPES), radicado en el IDACOR.
Para inaugurar esta sección de comunicación llamada “Trabajo de campo” le preguntamos: ¿qué son las plantas psicoactivas y cuál es el significado y la relación con ellas en el mundo andino?, ¿cómo se vinculan con lo sagrado, la ritualidad y la socialidad en esos territorios?
Y también, ¿cuál es el uso y la lectura que se hace sobre estas plantas en las sociedades occidentales contemporáneas?, ¿qué aportes pueden hacer estos saberes sobre la forma en que entendemos lo vital, la vida, y la vida con otros?
¿Qué podés contarnos sobre tu trabajo de campo en el mundo andino y sobre el tema de tu investigación, en relación con las plantas psicoactivas?, ¿cuál es la relación con lo sagrado, la ritualidad y la socialidad en esos territorios?
Realizo mi trabajo de campo en territorios indígenas de la provincia de Jujuy desde el año 2004, con experiencias también en otras provincias del Noroeste argentino y países vecinos como Perú. Comenzaría diciendo que las poblaciones de los Andes tienen relaciones muy profundas y de gran antigüedad con las plantas psicoactivas y sustancias enteogénicas. Es decir, con plantas, combinaciones vegetales y distintas preparaciones derivadas de las mismas que modifican nuestras percepciones, el estado de salud, la forma en que el cuerpo siente y, por ende, las relaciones a las que podemos acceder. Aquí se incluyen plantas como el tabaco y el cebil, combinaciones vegetales como la ayahuasca o yagé y preparados como, por ejemplo, las bebidas alcohólicas.
Sobre la relación con lo sagrado y la ritualidad, estas plantas están presentes desde hace cuatro mil años junto a chamanes del altiplano jujeño en momentos cruciales vinculados a los inicios de la domesticación y crianza de plantas y animales. Luego, con el correr del tiempo, las mismas siguieron estando presentes en pipas, enemas y elementos vinculados a la inhalación de rapé -un preparado en base a la planta de tabaco- o al servicio de bebidas en sociedades pastoriles y pueblos agricultores, en los primeros centros cúlticos y de agregación poblacional, hasta los espacios ceremoniales de Estados como el Tiahuanaco, Wari o Inka (culturas que comprenden parte de los actuales países de Bolivia, Perú, Chile y Argentina).
Estas plantas y sustancias fueron incluso centrales en las formas de resistencia ante el impacto de la conquista española asegurando el sostenimiento de las redes de socialidad ampliada entre pueblos indígenas, territorios y entidades no humanas. La gran diversidad de especies, formas de preparación, dosificación y administración nos habla de un saber muy preciso que estamos recién comenzando a comprender.
Los contextos donde se recuperaron estas plantas y sustancias, al igual que los artefactos vinculados a ellas, nos indican su involucramiento en prácticas medicinales y visionarias que permitían vínculos vitales entre personas, territorio y seres sintientes, sean animales, plantas, entidades o incluso la madre tierra o Pachamama.
Todas esas interconexiones logré comprenderlas desde la práctica misma que involucró pasar largos períodos de tiempo en territorios indígenas de la provincia de Jujuy. De hecho, en ese trabajo de campo como antropóloga y arqueóloga, pude ver que fumar tabaco, tomar bebidas alcohólicas y mascar hojas de coca en comensalidad con las familias y con la tierra o Pacha era tanto una cortesía como un gesto político, principalmente durante ciertas épocas del año como el mes de agosto, cuando se da de comer a la tierra. Este gesto se volvió parte también de nuestras prácticas arqueológicas en sitios ubicados en esos mismos territorios. Así, al iniciar la excavación fumábamos, coqueábamos y bebíamos junto a la Pacha para pedir permiso y luego, al terminar cada trabajo de campo, lo hacíamos nuevamente para agradecer. Hay muchas cosas que como antropóloga una aprende e incorpora durante el trabajo de campo, pero que al volver a casa no continúa haciendo. A pesar de ello, coquear siguió siendo para mí un modo de pensar, hacer y reflexionar junto a la hoja de coca o mama coca que me sigue acompañando y enseñando.
Pipas Huachichocana - Detalle de tableta para rapé San Pedro de Atacama | Restos microscópicos de plantas psicoactivas | Tabletas metal MLP- Jujuy
¿Cómo se articulan estos usos de plantas psicoactivas con las nociones y prácticas contemporáneas que vinculan consumo y exceso? ¿Cómo intervienen en ese sentido actores como el Estado y la industria farmacéutica?
Las relaciones de estas plantas con el Estado moderno son múltiples y complejas, tenemos las políticas prohibicionistas impulsadas por intereses económicos privados, junto a la regulación estatal sobre el status legal de ciertas sustancias y plantas, al igual que sobre los cuerpos que pueden, o no, hacer uso de las mismas. A su vez, estas plantas han sido tanto motivo como sostén de guerras que fueron la base para definir los límites de los Estados-Nación modernos, al tiempo que aminoraban el dolor físico y mental de las personas afectadas por esos enfrentamientos.
El sector farmacológico, creció, se diversificó y masificó a partir de la segunda guerra mundial, lo que marcó un modo particular de relacionamiento con estas plantas, regulado por el Estado y el mercado, donde se han visto tanto beneficios como la generación de adicciones que han llevado a verdaderas epidemias de muerte por sobredosis. Durante la segunda mitad del siglo XX surgen también los movimientos contraculturales en oposición al control institucional y privado de la vida de las personas, declamando y ejerciendo el derecho a la autoexperimentación, no solo de sustancias en sus cuerpos, sino de modos de vida concretos apostando a otras formas de hacer sociedad.
Los Estados-Nación también intervienen en la regulación de las medicinas tradicionales indígenas y en las prácticas de estos pueblos en torno a estas plantas. Aquí es importante tener en cuenta que nunca se puede considerar al mundo vegetal de modo aislado, sino en conexión y relación, de allí que usemos la palabra “enteógeno”, acuñada en 1979 por filólogos como Carl Ruck e investigadores y psiconautas como Jonathan Ott y Robert Gordon Wasson. Esta palabra deriva del griego antiguo y significa “la manifestación de la divinidad dentro de uno”, un estado (con minúscula), una presencia y una realidad que se puede alcanzar a través de derivados de plantas o que puede inducir la pasión creativa artística, ambos aspectos contemplados por los antiguos griegos. Es por ello que no hablamos tanto de lo que estas plantas son, sino de lo que hacen y lo que pueden hacer y eso depende de las relaciones en las que estén involucradas.
En este sentido, tomar una planta y sacarla del contexto original y de las prácticas tradicionales que indican los modos en que se accede e incorpora la misma (incluyendo las dietas y preparaciones que el cuerpo mismo debe atravesar), es obtener una planta o un producto diferente. El uso de las plantas, y sus beneficios, depende de las redes de relaciones en las que se involucre.
Manka Fiesta La Quiaca 2013 | Contra mesa para limpia adquirida en mercado tradicional de Bolivia | Tipos de khurus adquiridos en mercados tradicionales
¿De qué manera se vinculan las sociedades occidentales contemporáneas con las plantas psicoactivas y las sustancias enteogénicas?
Actualmente atravesamos lo que se ha dado en llamar “el renacer psicodélico”, el que refleja no sólo un interés y empleo de estas plantas y sustancias por parte de las sociedades occidentales en general, lo cual siempre estuvo presente en mayor o menor medida, sino que también se traduce en la legalización de muchas que habían estado prohibidas, incluso para la investigación científica. Esto último ocurrió a partir de que Richard Nixon declarara, como presidente de Estados Unidos en la década de 1970, “la guerra contra las drogas” que, como se sabe, sólo creó e incentivó las grandes redes de narcotráfico que asolan territorios inmensos hasta el día de hoy.
La actual legalización que se está dando en grados y modos diversos, dependiendo de en qué lugar del planeta estemos y de a qué planta o sustancia nos estemos refiriendo, genera tanto un control y regulación estatal como una industria muy lucrativa, no solo de fármacos sino también de libros, documentales, cursos, etc., particularmente orientados a una clase media alta a alta. Otro aspecto es que, si bien estas sustancias estuvieron en el inicio de los estudios de la mente humana, la psiquiatría y la psicología, hoy están siendo investigadas mayormente por las neurociencias, a pesar de que la llamada “psicoterapia asistida con psicodélicos” está creciendo también.
En este renacer encontramos además mucho interés de los occidentales por tener experiencias en comunidades indígenas, con plantas y rituales tradicionales, en entornos naturales. Este “turismo psicodélico” como se lo llama, es un fenómeno muy complejo y delicado para las comunidades indígenas receptoras, tanto las humanas como las no humanas. Este turismo incluye el extractivismo de plantas y saberes, generando un impacto ecológico muchas veces muy severo, al igual que un mal uso que conlleva tanto una demonización de estas plantas y prácticas cuando ocurren accidentes graves, o un ensalzamiento como panacea universal ante todo mal. Sea como sea, las múltiples crisis de Occidente como consecuencia de un capitalismo voraz, han establecido distintos pulsos de relación con estas plantas y las prácticas tradicionales en las que se despliegan. Esto incluye una relación extractivista, mercantilista, cosificadora y consumista con estas plantas y saberes, al igual que experiencias de personas cuya vida volvió a cobrar sentido y se sanaron de dolencias graves, incluida la adicción a las drogas.
A su vez, hay cada vez más académicos indígenas y la voz de líderes y chamanes como Davi Copenawa que llegan a las aulas para interpelar nuestros esquemas de pensamiento, incluida la relación con estas plantas. Creo que los occidentales tenemos que empezar por dejar de arrogarnos el derecho a establecer “cómo son las cosas” en relación a todo otro colectivo viviente. Decidimos el avance colonial y ahora somos los que traemos la fórmula de la decolonialidad… somos insoportables.
Apabullamos todo otro saber, nos cuesta oír, incluso a las propias plantas enteogénicas, las que, no por nada, son conocidas en algunos ámbitos tradicionales como “plantas maestras” ya que son ellas las que tienen el saber. Ellas hablan, los humanos escuchamos y aprendemos. Sólo después, se opina.
Recuperando lo que mencionabas al comienzo, sobre las interconexiones que pudiste comprender en el trabajo de campo, ¿qué nos dicen las plantas sobre la forma en que entendemos lo vital, la vida, la vida con otros?
El estudio arqueológico de estas plantas y las antiguas prácticas y objetos con las que estaban involucradas abren ámbitos de saber y reflexión novedosos. Son portales a conocimientos que se han perdido o transformado muy radicalmente. Tenemos el caso de las pipas arqueológicas en Argentina, tema en que nos hemos estado enfocado recientemente desde el GIPPES, debido a la gran cantidad que existen en el área andina de nuestro país. Las mismas incluyen el registro más temprano para consumo de enteógenos en Sudamérica, al tiempo que se multiplican durante el primer milenio de la era cristiana (2000-1000 AP) en casi todos los sitios de ocupación de estas primeras sociedades productoras de alimentos.
Ese fue un momento de cambio crucial en las formas de relacionarse con el entorno, donde las pipas, seguramente, jugaron un rol importante considerando su masividad. Ahora bien, esta singular relación del mundo surandino con las pipas (presentes también en Chile y Bolivia) no continuó en el tiempo. De hecho, no se conocen palabras en el quechua y aymara del siglo XVI para este objeto, como sí ocurre en las lenguas guaraní o mapuzungún. Lo que estamos viendo en estas pipas arqueológicas (con las que se fumaba tabaco domesticado y silvestre, cebil o vilca, además de otras plantas como cestrum y aromatizantes como el cedrón) es que se recuperaron tanto de tumbas como de espacios domésticos. Poseen además gran variedad de formas y tamaños, siendo algunas de las más grandes posiblemente sahumadores y otras acodadas más pequeñas, artefactos musicales. Esto último, antes de interpretarlo simplemente como un problema de clasificación tipológica, lo consideramos atendiendo a lo que los propios objetos nos estaban señalando: la presencia de un mismo fenómeno que involucraba la circulación de aire y sustancias por tubos, con consecuencias sensoriales concretas. Al poner atención en esto, vimos que en muchas pipas el hornillo se abre en la coronilla de la cabeza de un personaje modelado en el objeto y que la rama horizontal con la boquilla es una extensión del área genital y excretora de ese mismo personaje, el cual puede ser humano, animal o una mezcla de ambos.
Estamos ante antiguas concepciones de estos pueblos del pasado: los cuerpos son también una reunión de tubos por donde deben circular sustancias (aire, sangre, orín, etc) para mantenerlo vivo, e incluso para que nuevos cuerpos nazcan, siendo la no circulación o circulación deficiente, causa de dolencias y enfermedades. Esto nos llevó a comprender el aspecto cinético de estos antiguos mundos indígenas andinos, punto en el cual hallamos algunos ecos entre poblaciones indígenas actuales. Mover sustancias en el cuerpo y en el paisaje, el cual está vivo y es entendido en términos corporales también, es una forma de sostener la vitalidad, la salud y la comunidad ampliada de humanos y no humanos.
En agosto se abrirán las bocas de la Pacha en distintos puntos del territorio andino y se le ofrecerá su coquita, misma que los comensales humanos introducirán en sus bocas para coquear y fortalecerse como comunidad, sabiéndonos vivos mientras la mama coca circula por nuestras venas y las de la madre tierra.
Personaje Nazca con cactus San Pedro | Pipa Catamarca | Pipas Huachichocana
Entrevista y Comunicación: Belén Nocioni
Contenido en redes: click aquí