Día del Respeto a la Diversidad Cultural | Los racismos que nos habitan

Los racismos que nos habitan. Una lectura sobre el 12 de octubre desde la antropología 

En las formas de dar sentido, organizar y comprender el mundo se cuelan las huellas de los procesos de colonización y exterminio que comenzaron hace siglos, pero que siguen actualizándose en relatos del presente. En el marco de la conmemoración del Día del Respeto a la Diversidad Cultural reflexionamos sobre lo que implica esta efeméride que, hasta el año 2010, se denominaba “Día de la Raza”. Consultamos para ello a las investigadoras del Instituto de Antropología de Córdoba: Guillermina Espósito, Carolina Álvarez Avila, Mariela Zabala, Mariana Fabra y Natalia Bermúdez.


Los racismos que nos habitan
Una lectura sobre el 12 de octubre desde la antropología 

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En las formas de dar sentido, organizar y comprender el mundo se cuelan las huellas de los procesos de colonización y exterminio que comenzaron hace siglos, pero que siguen actualizándose en relatos del presente. El racismo y el clasismo estructuran las relaciones sociales y se materializan en políticas de dominación y explotación. Lo indígena, lo negro, lo popular, todo lo que queda al margen del ideal blanco y europeo sigue siendo foco de violencias, invisibilizado en la configuración de nuestras propias identidades o puesto en el lugar de lo peligroso.

En el marco de la conmemoración del Día del Respeto a la Diversidad Cultural reflexionamos sobre lo que implica esta efeméride que, hasta el año 2010, se denominaba “Día de la Raza”. Consultamos para ello a las investigadoras del Instituto de Antropología de Córdoba: Guillermina Espósito, Carolina Álvarez Avila, Mariela Zabala, Mariana Fabra y Natalia Bermúdez.


Hasta el año 2010, el actual Día del Respeto a la Diversidad Cultural se denominaba “Día de la Raza”, en alusión al “descubrimiento” y la llegada de Colón al territorio americano en 1492. Un hecho histórico que introducía en el mundo una nueva forma de clasificar y jerarquizar lo humano desde una mirada que, sin dudas, hoy reconocemos como racista. Como sostiene la antropóloga Guillermina Espósito “la raza es una construcción social, un discurso que se usó históricamente para mantener la dominación blanca -o mestiza, en otros países de Latinoamérica- y reproducir relaciones de dominación y explotación. Estos discursos son muy fuertes y tienen efectos reales en la vida de muchas personas: producen discriminación y segregación espacial”.

El “Día de la Raza” arrastraba una connotación de celebración sobre la conquista europea, al mismo tiempo que negaba la presencia originaria en el territorio. Estos sentidos han sido y son fuertemente cuestionados, especialmente por las identidades indígenas y negras, quienes sufrieron los embates de los procesos históricos de colonización, violencia e invisibilización. De hecho, muchos de los pueblos originarios en Argentina y América Latina celebran el 11 de octubre como el “Último día de libertad”.

Siglos después de la conquista española, la política de exterminio de los indígenas como parte de un pasado lejano, exótico y ajeno, se hizo presente nuevamente en el marco de la consolidación del Estado Nación argentino a fines del siglo XIX. En la antinomia civilización-barbarie, los indígenas encarnaban la barbarie o lo “salvaje”, en una nación que se erigía y deseaba como blanca y culturalmente europea, “hija de los barcos”.

En este sentido, Carolina Álvarez Ávila reflexiona sobre el tema, a partir de la frase pronunciada por el ex presidente Alberto Fernández: Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, llegamos en los barcos de Europa. “Una frase que causó revuelo, aunque en realidad todos los presidentes de los últimos años han tenido expresiones similares, aun con sus diferencias ideológicas y políticas. Todos enfatizaron que Argentina estaba mayoritariamente poblada por inmigrantes europeos, una idea que también circula con fuerza en la sociedad. Sin embargo, cuando estudiamos en la escuela, nos enseñan que el país recibió, efectivamente, una gran cantidad de migrantes, mayoritariamente de Europa occidental, y que se conformó entonces un crisol, una mezcla entre los pueblos indígenas, los criollos y los migrantes. El objetivo de quienes, a inicios de la república, pensaban el país era uniformizar, homogeneizar las diferencias en una alquimia cuyo resultado sería la argentinidad, una nación moderna, civilizada e hispanohablante”.

Carolina se pregunta entonces cómo dialogan estas dos ideas en apariencia contradictorias, la del “crisol de razas” y la del proyecto de homogeneización:  “La antropología, junto a otras ciencias sociales y humanas, ha investigado y nos ayuda a entender qué implicó pensar el país como un crisol, qué políticas educativas, qué ideas de raza, trabajo, territorio nacional y valores se priorizaron para lograr esa nacionalización. Pero también, nos ha dado insumos para reflexionar críticamente sobre este crisol, dado que en realidad hasta hoy domina la idea de una Argentina blanca y europea”.

En esa manera de entender el mundo podemos reconocer los rastros del orden colonial que todavía nos atraviesa, así como los racismos que nos habitan frente a las identidades múltiples que no se configuraron en el relato de los estados nacionales pretendidamente blancos o blanquizados. De estas construcciones se nutre la idea de extinción de los pueblos originarios y de invisibilización de las comunidades afro.

Vinculado a ello, Guillermina Espósito habla de la existencia de un racismo clasista anti-indio: “al momento de la instauración del orden colonial, que básicamente fue posible por la disponibilidad de tierras e indios que tuvieron los colonizadores, los indios (o cualquier categoría con la que cada pueblo o nación se denomine, como “indígenas” o “aborígenes”) entran en la escena histórica siendo así nombrados por los colonizadores. Y colocados, en ese acto, como esencialmente distintos a ellos, pero no sólo distintos, sino también inferiores. Y esa marca colonial persiste cotidianamente, en las miradas de sentido común, en múltiples prácticas de discriminación, prejuicio y deslegitimación hacia los grupos y personas que se afirman y constituyen a sí mismos como indígenas. Y esto da lugar a diversas nociones, desde la idea “benévola” del indio trucho, hasta la temible acusación de indios terroristas, que deslegitiman cualquier reclamo que los grupos puedan operar sobre territorios, prácticas, y deseos de autodeterminación”. 

Por otro lado, persiste la idea de que “los indios son cosa del pasado” o de que lo indígena no nos constituye como argentinas y argentinos. Un estudio bioantropológico del IDACOR dirigido por Darío Demarchi y publicado en 2017, arrojó que el 76 % de la población cordobesa proviene, por línea materna, de antepasados nativoamericanos. Sin embargo esto contrasta con el dato publicado por el INDEC el mismo año: sólo el 1,5% de las y los cordobeses se reconoce indígena.

Al respecto, las investigadoras Mariana Fabra y Mariela Zabala consideran que “si bien hay intentos desde los distintos niveles del sistema educación para revertir esa historización marcada por el exterminio, la desaparición y los prejuicios sociales y raciales de incivilizados y bárbaros, aún sigue primando el concepto de que los indígenas habitaron el territorio que hoy es Córdoba en un pasado muy lejano, previo a la conquista española”. Frente a esto, más que hablar de extinción las especialistas señalan que "lo que está ausente es la idea de continuidad de la pervivencia de personas indígenas hoy, con sus cosmovisiones y modos de vivir en el territorio. El trabajo que queda por hacer para revertir esa situación es generar agendas de trabajo conjuntas para visibilizar la presencia indígena, escuchar sus reclamos, acompañar sus demandas, y allí hay una gran responsabilidad del Estado”.

La negación e invisibilización de identidades que son catalogadas como “inferiores” o “subalternas”, se traduce en la exclusión, discriminación y acceso a derechos elementales de muchas personas y esto va mucho más allá de la cuestión indígena. ¿En qué otros rostros y sobre qué vidas se actualiza hoy la dicotomía civilización y barbarie?

Sobre el tema, Natalia Bermúdez nos aporta pistas para reflexionar sobre estas expresiones que seguramente hemos escuchado y dicho alguna vez: “son unos negros de mierda”, “son unos negros de alma”. En ellas se asienta la intención de marcar diferencias y distancias de quienes nos parecen distintos o peligrosos, al igual que aquellos rótulos que a principios del siglo XIX catalogaban a la población nativa como parte de lo “atrasado” e indeseado para el proyecto modernizador.

“A lo largo de los años, aquello que no iba de la mano con el ´progreso´ también provenía del ´interior´ del país y, finalmente, de los ´pobres´. Estas ideas fueron generando cierto pánico a la diversidad y nos ha llevado a sostener una vigilancia cultural sobre lo que percibimos como diferente. Posiblemente por eso solemos poner estos rótulos de manera intuitiva. Como dice el antropólogo Gustavo Blázquez, los que suelen ser calificados como ´negros de alma´ son juzgados por tener mal gusto, por su falta de dedicación al trabajo y por su carácter de peligrosos. Por ejemplo, a muchos jóvenes se los tilda de chorros por usar gorra y escuchar cuarteto. A las mujeres pobres se las acusa de quedar embarazadas para obtener un plan social. O a los albañiles se les dice que son más afectos al alcohol que al trabajo.”

La antropóloga también nos alerta sobre los efectos de estas frases, no sólo sobre las implicancias en las vidas de estas personas, sino también porque son expresiones y pensamientos capaces de anular nuestra empatía y la posibilidad de conocer la complejidad de esas otras vidas: “¿Qué podemos hacer? Revisar de dónde vienen esos prejuicios internalizados. Reconocer que distintas formas de mirar y experimentar el mundo son posibles. Y que dar valor a las diversidades puede ayudarnos a construir una sociedad más inclusiva y equitativa”, concluye Bermúdez. 

Finalmente, el 12 de octubre, como el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, es una oportunidad para promover la memoria, la reflexión histórica y el diálogo intercultural. La Antropología nos ofrece, en este sentido, una perspectiva para complejizar las contradicciones que nos habitan en la vida común, en la vida compartida con otros y otras

Favorece, de este modo, el ejercicio de encontrar, cuestionar y transformar en nuestros propios pensamientos y expresiones las huellas de un ordenamiento del mundo que es racista y clasista, los rastros de un orden colonial que todavía nos constituye. Parafraseando a Rodolfo Kusch cuando escribe sobre la expresión -también muchas veces escuchada y dicha- “me salió el indio”, podemos pensar que lo que "sale" o “nos sale” es la propia humanidad, un ejercicio de autoafirmación en el mundo.


Nota y Comunicación: Belén Nocioni y Natalia Asselle.

 * Las fotografías de la imagen de portada corresponden a la muestra "Negro sobre blanco: 200 años de racismo", que puede visitarse actualmente en el Museo de Antropologías UNC. Conocé más sobre esta propuesta, aquí